Aquí nos habla de su vida en el mar. Para ella, dice, navegar significa “encontrar la paz interior, una especie de equilibrio”. También significa buscar una conexión especial, e incluso íntima, con el entorno marítimo.
Año tras año, decidió orientar su vida hacia la navegación, hacia la libertad, una vida dictada por el deseo de experimentar plenamente su pasión y ver hasta dónde la lleva. Su amor por el mar le viene de su padre, que también era el propietario original del barco. Nunca pierde la oportunidad de hablar de él, de su mentor y auténtico maestro, que le enseñó a navegar, a amar la Naturaleza y, hablando de forma más general (y metafórica), a trazar su propio rumbo.
Una vida llena de aventuras en el mar azul del Caribe podría parecer un sueño, pero Anna no tarda en devolvernos a la realidad. La vida diaria en un barco no es fácil. Con frecuencia debe hacer frente a situaciones estresantes y, en esos casos, tiene que darlo todo si quiere evitar un desastre, prevenir lo inesperado, estar siempre atenta y, sobre todo, confiar plenamente en sí misma. Las cosas van deprisa en esos momentos críticos en los que está a solas con su responsabilidad.