Entender mi piel

Lo esencial de la piel sensible

Las personas que tienen piel sensible sienten ciertos síntomas en el rostro que pueden ir acompañados de eritema o enrojecimiento. Los más usuales son la sensación de cosquilleo, tirantez, calor o incluso ardor. Los síntomas menos frecuentes suelen ser los relacionados con el prurito o picor.

¡La piel sensible se tiene que cuidar y tratar de una forma específica! Con productos y cosméticos adecuados para este tipo de piel ya que, las pieles sensibles son más propensas a reaccionar o no tolerar la aplicación de ciertos productos.

La piel sensible o intolerante es la piel que reacciona de una forma distinta a una piel normal, es decir, es hiperreactiva. Puede experimentar sensaciones de cosquilleo, calor (quemazón), hormigueo y picor, la mayoría de veces de manera intermitente.

Estas sensaciones de incomodidad también pueden ir acompañadas de enrojecimientos. Son síntomas derivados de la exposición a estímulos internos o externos que no deberían causar irritación:

Físicos

Radiación UV, cambios bruscos de temperatura, viento, calor o frío...

Químicos

Productos de higiene y cosméticos, exfoliantes químicos, jabones, agua del grifo o del mar, afeitado...

Psicológicos

Estrés, ansiedad...

Hormonales

El ciclo menstrual, menopausia…

Factores internos

Alimentos muy condimentados…

Entonces, ¿cómo reacciona una piel sensible? Este tipo de pieles reaccionan a estímulos que no tienen ningún efecto adverso. La hipersensibilidad que caracteriza las pieles más sensibles hace que la barrera cutánea tolere en menor medida factores que otras pieles tolerarían sin problemas.

En el caso de una piel intolerante, las reacciones son constantes y con un umbral de tolerancia permanentemente cerca de cero.

El agua micelar de Sensibio es un limpiador facial que es recomendable utilizarlo al despertarse y antes de acostarse para eliminar suciedad y otras partículas.

Existen dos factores principales que causan la intolerancia de la piel:

Las pieles sensibles e intolerantes sufren una alteración en su función de barrera protectora. Este fenómeno favorece la pérdida de agua, por lo que la piel se deshidrata y facilita la penetración de agentes potencialmente irritantes.
Las pieles intolerantes sufren una secreción excesiva de ciertos neurotransmisores a través de las terminaciones nerviosas superficiales. Secretan más citocinas (sustancias secretadas por las células de la piel), que promueven los procesos inflamatorios. Estas secreciones son el origen de sensaciones desagradables que experimentan las personas con pieles sensibles.

Tener la piel sensible es realmente frecuente, ¡afecta a 1/3 de la población adulta!

El 60% de las mujeres sufren esta condición en mayor medida que los hombres, que representan el 40 %. Por motivos genéticos algunas pieles tienen mayor predisposición a la sensibilidad que otras. Solemos ver esta predisposición en pieles claras, aunque el color de la piel no tiene nada que ver con su grado de sensibilidad. La frecuencia con la que se presenta este problema muestra, sin embargo, una tendencia a disminuir con la edad.

Una piel sensible puede ser, también, una manifestación clínica de alguna patología del rostro, como rosácea, eccema o dermatitis seborreica, por ejemplo.

Las personas con rosácea entre 30 y 50 años

Tener piel sensible no tiene consecuencias psicológicas, aunque sí implica que ciertos momentos de la vida pueden alterarse debido a este tipo de reacciones. Lidiar con otras patologías dermatológicas además de la piel sensible, puede resultar más complicado, pues es fácil que los tratamientos recetados sean poco tolerados por nuestra piel.

Consulta con tu dermatólogo para que identifique los factores que desencadenan la sensibilidad o agravan las reacciones cutáneas en tu caso propio. Una vez encontrada la causa, ¡te podrá aconsejar de forma personalizada!

El médico te examinará para descartar que la hipersensibilidad esté siendo causada por rosácea, eccema o dermatitis seborreica. En caso de padecer alguna de estas condiciones habrá que tomar medidas específicas.

En el día a día, debemos limitar al máximo las fuentes de agresión o factores que agravan la sensibilidad de la piel:

La exposición al frío.
Los productos irritantes y cuidados cosméticos agresivos (lavados bruscos, exfoliaciones, cremas no aptas para tu piel…)
El proceso de afeitado ideal es el que se compone de productos apropiados y tiempo suficiente. Por ejemplo, es importante que el vello esté en contacto con agua tibia durante al menos tres minutos, para suavizarlo.
Los efectos del sol sobre la piel aumentan su sensibilidad. Hay que procurar aplicar un buen protector solar siempre.

Utilizar productos cosméticos suaves y no combinar demasiados a la vez.

Lavar el rostro con un producto de ingredientes no agresivos y de alta tolerancia. Preferentemente, utilizar productos que no se enjuaguen, que no contengan perfume, conservantes, ni tensoactivos.
Secar el rostro con cuidado, sin frotar.

Mujer con piel madura limpiando su rostro

Cuidar la piel sensible es muy importante para mantener el equilibrio cutáneo, debemos tener en cuenta que los tratamientos adecuados son los de alta tolerancia y que debemos aplicarlos con delicadeza una o dos veces al día. Evitar perfumes, conservantes y agentes surfactantes para disminuir al máximo las reacciones inflamatorias.

Una o dos veces por semana puedes aplicar una mascarilla de hidratación intensa para piel seca y sensible. Además, recuerda que el maquillaje también debes seleccionarlo cuidadosamente, ¡no todo vale con la piel sensible!